lunes, 10 de agosto de 2015

MI QUERIDO LUKIS.

Muy temprano, muy de mañana un 7 de agosto, rondalla, una pequeña perra criolla amarilla de nuestra propiedad, dio a luz, y en su primer y único parto, trajo a este mundo en donde supuestamente el ser humano es racional, a tres bellos cachorros: dos machos y una hembra. Uno se diferenciaba de los demás: Era totalmente negro, y además, lucía un pelaje más largo en comparación a los otros. Todos fueron recibidos con amor, aunque bien se tenía la certeza que después de algunos meses, se debían regalar dos de ellos, pues no había cama para tanto perro. Con aquel  pequeño cachorro de pelaje más largo, fue amor a primera vista, regalarlo no era ni siquiera una opción.

Y así, el pequeño barbitas, llamado en ocasiones lulo, también lucho, y tiempo después lukis, creció en un hogar en donde el amor alcanzaba hasta para los animales. Si, lo recuerdo muy bien: Tres perros, un gato y una que otra gallina, esas eran las riquezas que nos acompañaban.

En su infancia, mientras estrenaba dientes, hizo una que otra travesura: como por ejemplo, dañar algunas sandalias, masticar las esquinas de los cuadernos y de uno que otro libro.

Lukis nunca fue un perro reconocido por sus capacidades físicas: sin embargo, cuando la familia salía de paseo, trataba de seguir el ritmo en sus cuatro patas: tampoco era un perro que inspirara miedo, ¿Quién le podía temer a un perro peludo el cual engordaba a medida que pasaban los años? Sin embargo, cuando algún extraño, bien fuera humano, perro o gato interrumpía en la vivienda, con un ladrido hacía notar su autoridad.

Su familia siempre lo recordará por sus evidentes cualidades: Hogareño, fiel a sus amos, pues no era muy dado a dar muestras de cariño a personas diferentes a su círculo familiar. A la hora de comer tenía ciertas preferencias: le gustaba la comida casera, pero como los tiempos cambian, y en el pueblo llegó para quedarse el concentrado o purina para perros, Lukis se habituó a este estilo de vida, y en sus últimos años su dieta consistía en “pepas”…en un principio eran de las más baratas que ofrecía el mercado, pero luego, debido a que empezó a tener compañía perruna, se hizo fan del dog chow y otras marcas con mayor reconocimiento, y a pesar de su edad, gozaba mucho del alimento para cachorros.

Le gustaba roer hueso, pero cuando empezó a perder los dientes, se debió conformar con carne sudada, que su dueña (mi mamá) con mucha paciencia, se encargaba de picarle en pequeños pedazos, para que no sucediera ningún accidente. Así mismo, en ocasiones, disfrutaba de una salchicha, generalmente frita.

También tenía predilección por las galletas navideñas, por los productos que llevaran coco y por la gelatina de pata. Las sopas nunca fueron de su preferencia.

A propósito de las galletas navideñas, con tal de consumir algunas en noches de velitas, estaba dispuesto a sufrir las consecuencias, por ejemplo, que su pelaje se empezara a quemar. Pero nunca pasó a mayores, siempre nos dábamos cuenta, y lo apartábamos del fuego.

Cuando compartíamos nuestros alimentos en el comedor, era habitual que llegara con su andar lento, y apoyara sus dos manos en nuestras piernas, exigiendo que le compartiéramos un pedazo de arepa, de queso o de pan.

Cuando iba a la casa de la señora Graciela (mi nona), ella lo regañaba, porque no comía lo que le ofrecía.

Se dejaba poner gorros o sombreros de sus dueños, como se puede comprobar en algunas fotografías que se dejó tomar.

En su biografía, se puede destacar que en el marco de una semana cultural del ITA ROG, ganó un concurso, al ser el perro criollo más bonito del año 2006. Así mismo, en sus últimos años de vida, poco salía, pues su caminar era muy lento. Cuando la familia decidía llevarlo a alguno de sus paseos o caminatas, tocaba alzarlo en un buen trayecto del camino…y vaya que era pesado.

No se pueden olvidar las jornadas de cambio de look, cuando a mi papá le tocaba apartar un día especialmente para peluquearlo. En el día destinado para bañarlo, se quedaba quieto y se dejaba echar agua  y enjabonar, sin ni siquiera hacer el intento de escaparse.

De igual forma, en sus últimos años de vida, tuvo que compartir el cariño de la familia, con cachorros que le hacían la vida difícil, pues no le respetaban su condición de antigüedad en el hogar: Sin embargo, el con paciencia se acostumbraba, y con tristeza veía como aquellos compañeros de juego no volvían, por culpa de aquella gente sin corazón, a quienes no les tiembla la mano para mezclar comida con veneno.

¿Quién no sabe quién es Lukis? Aquellos que conocen a mi familia, saben del personaje que les hablo, aquel perro que últimamente se la pasaba acostado la mayor parte del tiempo, pero que trataba de hacer entender que el estaba presente, por medio de sus ladridos.  

Cuando nació Lukis, yo tenía 11 años, estaba cursando el grado sexto. Por 14 años permaneció en nuestro hogar, tratarlo como un simple perro sería injusto, pues no queda dudas de que fue parte de nuestra familia. Durante su existencia nos acompañó en todo momento: Infancia, adolescencia, edad adulta, graduaciones de colegio y universidad, cambio de vivienda, etc.

Ahora tengo 25 años, y con tristeza tuve que presenciar como mi querido amigo se despidió de este mundo. La última semana fue muy difícil, fue duro verlo sufriendo y entender que no se podía hacer nada, pues la vejez no tiene piedad con ninguna especie, y sabíamos que lo mejor era que muriera para que no siguiera sufriendo, pues un perro tan especial como el, no merecía tener dicho fin.

Afortunadamente el día más temido, el día en que amaneció muerto, por esas circunstancias de la vida no estaba en mi casa. Llegué en la tarde y tenía miedo de preguntar por su suerte, pero al final lo supe, y aunque era una noticia esperada, no por esto dejó de ser triste.

Estoy ahora, tratando de ver entre mis lágrimas, para explicarle a quien desee leer este sencillo homenaje, que cuando se es criado en un ambiente de respeto hacia la naturaleza y hacia todos los seres que hacen parte de ella, incluido el ser humano, uno se interesa por lo que sucede alrededor, porque simplemente, es importante.

Porque un perro es algo más que cuatro patas, y pelos, porque hay perros que han estado presentes en las buenas y en las malas de una familia, porque cuando todo parecía estar mal, siempre estaba aquella mascota con su inocente cara, acompañando, aunque no entendiera lo que estaba pasando.


Mis lágrimas son de tristeza por el amigo que se fue, pero también de agradecimiento por estar 14 años a nuestro lado. Siempre lo tratamos bien, y le supimos descifrar sus caprichos. Descansa en paz mi querido Lukis, estaré guardando galletas navideñas para compartirlas algún día.