MI QUERIDO LUKIS.
Muy
temprano, muy de mañana un 7 de agosto, rondalla, una pequeña perra criolla
amarilla de nuestra propiedad, dio a luz, y en su primer y único parto, trajo a este mundo en donde supuestamente
el ser humano es racional, a tres bellos cachorros: dos machos y una hembra.
Uno se diferenciaba de los demás: Era totalmente negro, y además, lucía un
pelaje más largo en comparación a los otros. Todos fueron recibidos con amor,
aunque bien se tenía la certeza que después de algunos meses, se debían regalar
dos de ellos, pues no había cama para tanto perro. Con aquel pequeño cachorro de pelaje más largo, fue
amor a primera vista, regalarlo no era ni siquiera una opción.
Y
así, el pequeño barbitas, llamado en ocasiones lulo, también lucho, y tiempo
después lukis, creció en un hogar en donde el amor alcanzaba hasta para los
animales. Si, lo recuerdo muy bien: Tres perros, un gato y una que otra
gallina, esas eran las riquezas que nos acompañaban.
En
su infancia, mientras estrenaba dientes, hizo una que otra travesura: como por
ejemplo, dañar algunas sandalias, masticar las esquinas de los cuadernos y de
uno que otro libro.
Lukis
nunca fue un perro reconocido por sus capacidades físicas: sin embargo, cuando
la familia salía de paseo, trataba de seguir el ritmo en sus cuatro patas:
tampoco era un perro que inspirara miedo, ¿Quién le podía temer a un perro
peludo el cual engordaba a medida que pasaban los años? Sin embargo, cuando
algún extraño, bien fuera humano, perro o gato interrumpía en la vivienda, con
un ladrido hacía notar su autoridad.
Su
familia siempre lo recordará por sus evidentes cualidades: Hogareño, fiel a sus
amos, pues no era muy dado a dar muestras de cariño a personas diferentes a su
círculo familiar. A la hora de comer tenía ciertas preferencias: le gustaba la
comida casera, pero como los tiempos cambian, y en el pueblo llegó para
quedarse el concentrado o purina para perros, Lukis se habituó a este estilo de
vida, y en sus últimos años su dieta consistía en “pepas”…en un principio eran
de las más baratas que ofrecía el mercado, pero luego, debido a que empezó a tener
compañía perruna, se hizo fan del dog chow y otras marcas con mayor
reconocimiento, y a pesar de su edad, gozaba mucho del alimento para cachorros.
Le
gustaba roer hueso, pero cuando empezó a perder los dientes, se debió conformar
con carne sudada, que su dueña (mi mamá) con mucha paciencia, se encargaba de
picarle en pequeños pedazos, para que no sucediera ningún accidente. Así mismo,
en ocasiones, disfrutaba de una salchicha, generalmente frita.
También
tenía predilección por las galletas navideñas, por los productos que llevaran
coco y por la gelatina de pata. Las sopas nunca fueron de su preferencia.
A
propósito de las galletas navideñas, con tal de consumir algunas en noches de
velitas, estaba dispuesto a sufrir las consecuencias, por ejemplo, que su
pelaje se empezara a quemar. Pero nunca pasó a mayores, siempre nos dábamos
cuenta, y lo apartábamos del fuego.
Cuando
compartíamos nuestros alimentos en el comedor, era habitual que llegara con su
andar lento, y apoyara sus dos manos en nuestras piernas, exigiendo que le
compartiéramos un pedazo de arepa, de queso o de pan.
Cuando
iba a la casa de la señora Graciela (mi nona), ella lo regañaba, porque no
comía lo que le ofrecía.
Se
dejaba poner gorros o sombreros de sus dueños, como se puede comprobar en algunas
fotografías que se dejó tomar.
En
su biografía, se puede destacar que en el marco de una semana cultural del ITA
ROG, ganó un concurso, al ser el perro criollo más bonito del año 2006. Así
mismo, en sus últimos años de vida, poco salía, pues su caminar era muy lento.
Cuando la familia decidía llevarlo a alguno de sus paseos o caminatas, tocaba
alzarlo en un buen trayecto del camino…y vaya que era pesado.
No
se pueden olvidar las jornadas de cambio de look, cuando a mi papá le tocaba
apartar un día especialmente para peluquearlo. En el día destinado para
bañarlo, se quedaba quieto y se dejaba echar agua y enjabonar, sin ni siquiera hacer el intento
de escaparse.
De
igual forma, en sus últimos años de vida, tuvo que compartir el cariño de la
familia, con cachorros que le hacían la vida difícil, pues no le respetaban su
condición de antigüedad en el hogar: Sin embargo, el con paciencia se
acostumbraba, y con tristeza veía como aquellos compañeros de juego no volvían,
por culpa de aquella gente sin corazón, a quienes no les tiembla la mano para
mezclar comida con veneno.
¿Quién
no sabe quién es Lukis? Aquellos que conocen a mi familia, saben del personaje que
les hablo, aquel perro que últimamente se la pasaba acostado la mayor parte del
tiempo, pero que trataba de hacer entender que el estaba presente, por medio de
sus ladridos.
Cuando
nació Lukis, yo tenía 11 años, estaba cursando el grado sexto. Por 14 años
permaneció en nuestro hogar, tratarlo como un simple perro sería injusto, pues
no queda dudas de que fue parte de nuestra familia. Durante su existencia nos acompañó
en todo momento: Infancia, adolescencia, edad adulta, graduaciones de colegio y
universidad, cambio de vivienda, etc.
Ahora
tengo 25 años, y con tristeza tuve que presenciar como mi querido amigo se despidió de este mundo. La última semana fue muy difícil, fue duro verlo sufriendo
y entender que no se podía hacer nada, pues la vejez no tiene piedad con
ninguna especie, y sabíamos que lo mejor era que muriera para que no siguiera
sufriendo, pues un perro tan especial como el, no merecía tener dicho fin.
Afortunadamente
el día más temido, el día en que amaneció muerto, por esas circunstancias de la
vida no estaba en mi casa. Llegué en la tarde y tenía miedo de preguntar por su
suerte, pero al final lo supe, y aunque era una noticia esperada, no por esto
dejó de ser triste.
Estoy
ahora, tratando de ver entre mis lágrimas, para explicarle a quien desee leer
este sencillo homenaje, que cuando se es criado en un ambiente de respeto hacia
la naturaleza y hacia todos los seres que hacen parte de ella, incluido el ser
humano, uno se interesa por lo que sucede alrededor, porque simplemente, es
importante.
Porque
un perro es algo más que cuatro patas, y pelos, porque hay perros que han
estado presentes en las buenas y en las malas de una familia, porque cuando
todo parecía estar mal, siempre estaba aquella mascota con su inocente cara,
acompañando, aunque no entendiera lo que estaba pasando.
Mis
lágrimas son de tristeza por el amigo que se fue, pero también de
agradecimiento por estar 14 años a nuestro lado. Siempre lo tratamos bien, y le
supimos descifrar sus caprichos. Descansa en paz mi querido Lukis, estaré
guardando galletas navideñas para compartirlas algún día.