jueves, 6 de junio de 2019

ORGULLO

Algunos utilizan como argumento para ejercer la discriminación sexual el hecho de haber nacido y sido criados en un ambiente rural, o en un pueblo pequeño, aduciendo que no tienen la culpa, que así los criaron. Y es cierto, la cultura y la crianza influye en la manera en que vemos el mundo y nos relacionamos con los demás, pero esto no quiere decir que sea una excusa para no cambiar, porque los chistes o comentarios ofensivos respecto a la orientación sexual o identidad de género por lo general aumentan y terminan en agresiones físicas, verbales, psicológicas o emocionales que dejan secuelas de por vida. Algunos, al sentirse aislados, rechazados o señalados, consideran que algo en ellos no está bien, y por tal motivo incurren en prácticas que les generan daño, e incluso ven como única salida la muerte por medio del suicidio. Otros ven afectada su salud mental por la presión que supone el querer "encajar" a como de lugar. 

Lo anterior puede leerse aterrador, pero la realidad es así. Es curioso que en un país mayoritariamente cristiano, las personas en la cotidianidad no ejerzan el mandamiento nuevo que dejó Jesucristo, el de “amarnos unos a otros”, y que por el contrario, parezca que la preocupación que guía al grueso de la población sea prácticamente eliminar al diferente, acabar con la diversidad, reducirla, esconderla. 

La niñez y adolescencia son etapas de las que muchos en general tenemos un buen recuerdo,  sin embargo, para otros no es así, puesto que debieron padecer en sus colegios burlas y humillaciones por ser simplemente ellos, incluso estas provenientes de adultos (quienes se suponen tienen el deber de cuidar). Y como si no fuera suficiente, la discriminación también está presente en las redes sociales, en la televisión y en la radio...Y nadie protesta ante esto, algo que si sucede cuando esos mismos medios tratan de generar inclusión, porque parece ser que para todos es más grave que un reinado le de la oportunidad de participar a una mujer transexual, y no, que la esperanza de vida de las mujeres transgéneros y transexuales en Latinoamérica no alcance ni siquiera a los cuarenta (40) años.  

Por eso no hay que tenerle miedo a hablar, porque por lo general se teme o se odia lo que no se conoce, así que hay que educar, conversar sobre diversidad sexual e identidad de género, hacer bulla, hablarlo alto, casi que gritarlo, porque muchas personas en verdad le temen a esas palabras sin saber muy bien que significan.

Uno de los momentos más tristes que he tenido en mi vida fue cuando varios conocidos marcharon auspiciados por una corriente política contra un enemigo fantasma llamado “ideología de género”, a pesar de los malabares que hicieron el mensaje fue bastante claro: marchaban contra la diversidad no solo de género o de orientación sexual, también contra las diferentes tipologías de familia existentes, y básicamente contra la educación sexual, que sabemos o que deberíamos saber abarca mucho más que sexo o genitalidad, y que es necesaria su implementación en los centros educativos, tanto de primaria como de secundaria.

Entonces lo tomé personal, porque yo no busco tolerancia ni aceptación, yo exijo respeto, y no para algunas piezas de mí, sino para mi totalidad, porque me gusta ser quien soy y como soy. Esos días me di a la tarea de leer a varios en Facebook, y fue triste ver tanto odio disfrazado de “buenas intenciones”, porque algunos piensan que la población LGBTI+ está en otro planeta, o “por allá en Europa” o que es cosa de “ricos” (¡) les cuesta comprender que estamos en todos lados, en todos los estratos sociales, que no somos alérgicos al campo o a los pequeños pueblos. Y espero que pronto todos entiendan esto, y que piensen en cómo se sentirían si supieran que algún hermano, hermana, amigo, amiga, hijo o hija estuviera siendo ofendido por ser simplemente ellos ¡Qué aburrido sería este mundo si todos fuéramos una copia exacta! Por ese motivo a la diversidad hay que abrazarla, no rechazarla.

Y si somos de pueblos pequeños, en lugar de justificar las prácticas discriminatorias, deberíamos pensar en qué podemos mejorar porque al fin y al cabo, todos nos conocemos, jugamos, crecimos y estudiamos juntos ¿para qué lastimar a alguien con un comentario, por qué no cambiar el chip y mirar mejor cómo podemos hacerle la vida más alegre a los demás? ¿Por qué permitir que alguien tenga una doble vida para complacer a otros o para que estos no "hablen"?

Sueño con que algún día nuestros pueblos ondeen la bandera arcoíris (¿SE IMAGINAN UNA MARCHA DEL ORGULLO EN SANTA BÁRBARA O EN SIMACOTA?), con que todos podamos mostrarnos tal y como somos sin ningún temor, deseo que ningún niño, niña o adolescente viva avergonzado, o se sienta menos simplemente por no cumplir con las expectativas de los demás.

¿Qué se puede hacer para que lo anterior sea posible? Como Trabajadora social pero ante todo como ser humano, me comprometo a sentar mi voz de protesta ante cualquier expresión discriminatoria que detecte, muchas veces por no tener un mal momento uno prefiere no emitir opinión, pero considero que el silencio en estos casos es cómplice.

Finalmente diré que mientras existan personas que quieran frenarla, la diversidad debe ser celebrada no solo en junio sino todo el año, por todos aquellos que sufren por la falta de empatía de quienes los rodean, porque lo mejor de todo es andar sin máscaras y que a uno se le note lo que es, porque en este país en el que nos tocó vivir la oportunidad de ser uno mismo debe ser siempre motivo de orgullo.

sábado, 9 de marzo de 2019

¿ME DA PERMISO DE BAILAR CON ELLA?

Hace algunos días estaba departiendo con unos amigos, y un hombre de otra mesa quería bailar conmigo, pero en lugar de preguntármelo, se lo preguntó a un amigo que estaba al lado mío. No bailé con el muchacho porque no me gustó ese detalle, y aunque a mis amigos les dio risa que yo me hubiera puesto brava, creo que es algo de lo que hay que reflexionar. El asunto no es aislado, el año pasado me sucedió algo similar.
Claramente las mujeres podemos decidir qué queremos o no hacer en diversos ámbitos de nuestra vida: decidimos qué queremos estudiar, en dónde trabajar, en dónde vivir, como invertir nuestro dinero, por quién votar, si queremos o no tener hijos, una relación o una vida en pareja, ¿Y si las mujeres podemos decidir esto, por qué no habríamos de escoger si bailar o no? ¿Si en otros ámbitos de nuestra vida las decisiones las tomamos solo nosotras, por qué los hombres tendrían que dar su “permiso” para que nosotras bailemos salsa, vallenato o reggaetón?
Mis amigos para justificar esta situación, decían que los hombres hacían esto, como señal de respeto ante el hombre que estaba al lado de la mujer, porque muchas veces ellos se ponían bravos si la sacaban a bailar, y yo les respondí que en este caso la principal merecedora de respeto era la mujer, y el hecho de que ella en esta situación específica no fuera tenida en cuenta desde el primer momento era puro y físico machismo.
El machismo está inmerso en muchas situaciones de la vida, a menudo escuchamos el ideal de lo que muchos consideran que una mujer debe ser: sumisa, que hable lo necesario, femenina, delicada, con maquillaje perfecto, en constante competencia con las de su género (especialmente en lo que a ropa y calzado se refiere) y quién se desligue de este concepto, empieza a ser juzgada por no cumplir con los estereotipos y roles de género cultural y socialmente impuestos. Pero la verdad es que hay diversas formas de ser mujer, y todas ellas son respetables. También a menudo escuchamos chistes machistas nada graciosos, que hacen pensar a muchos (especialmente a los que los cuentan) que eso es normal y que las burlas son justificadas. Sin embargo, creo que a día de hoy, poco a poco nos hemos dado cuenta que el machismo hace daño, y que debemos alertar sobre su aparición en la cotidianidad, así parezca algo simple. Y aunque en Colombia falta bastante para lograr la igualdad y la equidad, es una lucha que se debe dar en todos los ámbitos: en la familia, en las instituciones educativas, en nuestros lugares de trabajo.
Por eso querido amigo desconocido, agradezco su deseo de bailar conmigo, pero la próxima vez no utilice intermediarios. Y cuándo me vean en Tabaco y Chanel, o en las ferias de Santa Bárbara, frescos que ustedes saben que me encanta "azotar baldosa" -o pavimento, llegado el caso-, y si al lado tengo a mi papá, a mi hermano o a algún amigo ni se les ocurra pedir permiso, ellos más que nadie saben que esas y otras resoluciones las puedo tomar por mí misma.
Y tranquilas chicas, si un hombre se pone bravo porque ustedes bailaron con otro, pues la cuestión es simple: Ese hombre no les conviene, huyan de ahí, ¡AMIGAS DENSE CUENTA!
Chao, y que bailen harto.

lunes, 25 de febrero de 2019

La magia de lo simple.


ROMA es una película sobre la cotidianidad que no ha estado exenta de polémica, aunque si analizamos bien, ¿Hay algo en la actualidad qué no cause polémica? Desde que existen las redes sociales, las opiniones circulan rápidamente y como es natural, es difícil que sobre un tema exista consenso, eso en realidad no es nuevo, solo que ahora nos damos cuenta y nos desgastamos sin  ningún motivo por lo mismo.

Es normal que en lo referente a la percepción u opinión sobre un libro, un álbum musical o una película, las opiniones se dividan, sin embargo, respecto a ROMA, pude leer en la red social en la que estoy mayormente conectada (twitter), apreciaciones que iban más allá del simple disgusto o de la crítica y que dejaban ver una alta dosis de clasismo, racismo y discriminación.

Por ejemplo, a algunos les parecía inconcebible que la historia de “una empleada embarazada” diera tanto de que hablar, cuándo “es algo que pasa todos los días” y “no tiene nada de especial”. Sin lugar a dudas, esta es una visión corta de la realidad y si esta fue la mayor reflexión que pudieron hacer de ROMA, entonces definitivamente no captaron el mensaje. 

Empecemos por partes. Hay películas para todos los gustos, algunas hablan de universos de los cuales no tenemos la certeza que existan, sin embargo, diversos osados se han dado a la tarea de reflejar con ayuda de la tecnología, lo que su maravillosa imaginación ha producido. Magos, monstruos, superhéroes hacen parte del cine que consumimos. También historias de personajes y de pueblos, luchas, y como no, personas anónimas.

Entonces, retomando el hilo del tema principal de este escrito, ¿Acaso la historia de los marginados representados en Cleo no merece ser contada? Creo que no hay mejor ejemplo de racismo y discriminación que ese: pensar que hay relatos de vida que valen menos que otros, así se ha escrito la historia, magnificando la de los poderosos y borrando la de los grupos y personas víctimas de los mismos, por lo tanto, el olvido se presenta como otra forma de violencia. 

Debemos celebrar que la vida de una mujer indígena y empleada de servicio sea contada, y que sea narrada a un ritmo al que no estamos acostumbrados; en los tiempos actuales, donde el modo de vida va tan rápido, fue un buen detalle que Alfonso Cuarón se haya concentrado en mostrar sin celeridad las formas, los sonidos, las palabras, los gestos,  los silencios, los paisajes rurales y urbanos,  sin dejar nada al azar.

Y no es que ahora haya necesidad, sea obligatorio o “por lástima” se le tenga que dar un premio a las historias en las que se cuentan las vidas, las batallas cotidianas de negros, indígenas, pobres, y comunidad lgbti+, lo que pasa es que los tiempos han cambiado,  hemos descubierto que hay algo más allá de lo que se cuenta desde el privilegio, y eso también merece ser apreciado. Por lo tanto, el “problema” no es que ahora la diversidad haga parte de las películas, el único problema fue como antes impunemente diversos grupos minoritarios fueron ignorados, siendo como máximo solo acompañantes de historias ajenas. En un mundo como el actual, en donde las amenazas a la diversidad son constantes, una de las mejores armas para combatirlas es el arte en todas sus expresiones, puesto que agachar la cabeza y callar no es una opción. 

Por eso la invitación es que se deje de promulgar ese discurso repetitivo de año tras año, en el que en son de burla se dice que X actor, actriz, director o película va a ganar porque “toca” porque es “gay”, “lesbiana”, “trans” “negro” o “indígena”, ridiculizando así, años y años de lucha, y manifestando ante los reclamos justos que se hacen, que es twitter y que los grupos históricamente marginados, violentados y discriminados no deberían molestarse por los “chistes” que hacen los racistas/xenofóbicos/misóginos/lgbtifóbicos.

Por el contrario, celebremos que nuestros pueblos y sus grupos vulnerables tienen la oportunidad de mostrar al mundo su esencia, porque la historia de Cleo es la de muchos, usted y yo somos de clase media o baja, varias de las mujeres de nuestras familias lograron el sustento de los suyos gracias al trabajo en los servicios domésticos. Y sin lugar a duda, los sucesos y acontecimientos de ellas merecen ser contados.  


Antes de terminar, tengo que plasmar algo que me llamó la atención, respecto a una persona a la cual claramente no le gustó ROMA, y lo estuvo recordando en varios tuits. Su argumento es que no era una historia espectacular, que era la historia de cualquier mujer pobre y embarazada, y que de ser así, hasta “su” empleada podría protagonizar una película. Lo único que diré, es que si uno tiene los medios para tener “empleada”, lo mínimo que debes hacer es respetarla, y ver más allá, porque esa mujer que va todos los días a colaborar con los oficios de su casa, tiene sueños, anhelos, sufrimientos, preocupaciones, y que seguro si se diera la oportunidad, estaría dispuesta a compartir algo de eso con el mundo. No solamente los dramas, la magia, la acción y la ficción del “primer mundo”, merece un lugar en la pantalla, lo cotidiano y lo simple también merece ser observado, como latinos nos acostumbramos a mirarnos a nosotros mismos por debajo del hombro, quitándole relevancia a lo que tenemos que contar.

Finalmente tengo que decir, gracias a YALITZA APARICIO por representar con altura a todas las Cleos de Latinoamérica, por reflejar una parte de nuestra identidad, lo que somos y lo que seremos. Y gracias a Alfonso Cuarón, por atreverse a contar una historia diferente que si bien se desarrolla en México, pudo haber acontecido en cualquier ciudad de nuestros países latinos, gracias por reconocer que muchas veces lo espectacular se encuentra en lo  sencillo.