sábado, 9 de marzo de 2019

¿ME DA PERMISO DE BAILAR CON ELLA?

Hace algunos días estaba departiendo con unos amigos, y un hombre de otra mesa quería bailar conmigo, pero en lugar de preguntármelo, se lo preguntó a un amigo que estaba al lado mío. No bailé con el muchacho porque no me gustó ese detalle, y aunque a mis amigos les dio risa que yo me hubiera puesto brava, creo que es algo de lo que hay que reflexionar. El asunto no es aislado, el año pasado me sucedió algo similar.
Claramente las mujeres podemos decidir qué queremos o no hacer en diversos ámbitos de nuestra vida: decidimos qué queremos estudiar, en dónde trabajar, en dónde vivir, como invertir nuestro dinero, por quién votar, si queremos o no tener hijos, una relación o una vida en pareja, ¿Y si las mujeres podemos decidir esto, por qué no habríamos de escoger si bailar o no? ¿Si en otros ámbitos de nuestra vida las decisiones las tomamos solo nosotras, por qué los hombres tendrían que dar su “permiso” para que nosotras bailemos salsa, vallenato o reggaetón?
Mis amigos para justificar esta situación, decían que los hombres hacían esto, como señal de respeto ante el hombre que estaba al lado de la mujer, porque muchas veces ellos se ponían bravos si la sacaban a bailar, y yo les respondí que en este caso la principal merecedora de respeto era la mujer, y el hecho de que ella en esta situación específica no fuera tenida en cuenta desde el primer momento era puro y físico machismo.
El machismo está inmerso en muchas situaciones de la vida, a menudo escuchamos el ideal de lo que muchos consideran que una mujer debe ser: sumisa, que hable lo necesario, femenina, delicada, con maquillaje perfecto, en constante competencia con las de su género (especialmente en lo que a ropa y calzado se refiere) y quién se desligue de este concepto, empieza a ser juzgada por no cumplir con los estereotipos y roles de género cultural y socialmente impuestos. Pero la verdad es que hay diversas formas de ser mujer, y todas ellas son respetables. También a menudo escuchamos chistes machistas nada graciosos, que hacen pensar a muchos (especialmente a los que los cuentan) que eso es normal y que las burlas son justificadas. Sin embargo, creo que a día de hoy, poco a poco nos hemos dado cuenta que el machismo hace daño, y que debemos alertar sobre su aparición en la cotidianidad, así parezca algo simple. Y aunque en Colombia falta bastante para lograr la igualdad y la equidad, es una lucha que se debe dar en todos los ámbitos: en la familia, en las instituciones educativas, en nuestros lugares de trabajo.
Por eso querido amigo desconocido, agradezco su deseo de bailar conmigo, pero la próxima vez no utilice intermediarios. Y cuándo me vean en Tabaco y Chanel, o en las ferias de Santa Bárbara, frescos que ustedes saben que me encanta "azotar baldosa" -o pavimento, llegado el caso-, y si al lado tengo a mi papá, a mi hermano o a algún amigo ni se les ocurra pedir permiso, ellos más que nadie saben que esas y otras resoluciones las puedo tomar por mí misma.
Y tranquilas chicas, si un hombre se pone bravo porque ustedes bailaron con otro, pues la cuestión es simple: Ese hombre no les conviene, huyan de ahí, ¡AMIGAS DENSE CUENTA!
Chao, y que bailen harto.